Viernes Santo

El Viernes Santo, la Iglesia no celebra la Eucaristía, sino que nos llama a contemplar cómo el Señor muere en la Cruz, cómo el Autor de la Vida (Aquél que viene a salvarnos) da la vida por todos y cada uno de nosotros.

En nuestra parroquia, nos reunimos para adorar la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, donde Él entregó Su Vida libremente y por amor, para la remisión de nuestros pecados.

En la Liturgia de la Palabra, pudimos acompañar al Señor en Su Camino hacia la Cruz, rechazado y condenado por los judíos, pero encumbrado por el Padre para nosotros, los cristianos, que reconocemos en la crucifixión de Nuestro Señor la Victoria del Amor.

Posteriormente, siguiendo el recorrido de la Cruz por nuestro templo, pudimos contemplar el éxito de Aquél que cumplió hasta las últimas consecuencias con la misión que Su Padre le había encomendado, entregando Su Propia Vida para nuestra salvación.

 Tras la celebración, el Santísimo quedó reservado en un lugar discreto y el Sagrario quedó vacío, recordándonos que el Señor yacía en el Sepulcro.

 

Entregando Su Vida en la Cruz, Jesús nos enseñó que dar la vida los unos por los otros es el único camino que nos conduce hasta la plenitud y la felicidad completas.