En la noche santa del Domingo de Resurrección, nos reunimos para celebrar solemnemente que el Señor no quedó en el Sepulcro, sino que fue resucitado por el Padre para darnos a todos la vida verdadera.
En la Eucaristía de este día, revivimos la mayor historia de amor jamás contada: la del Hijo de Dios, que después de entregar Su Vida por nosotros y derramar Su Sangre por amor a todos, venció a la muerte y retornó victorioso del infierno, del que Dios Padre lo rescató para reconciliar al hombre con Él.
Comenzamos la celebración en el patio de la parroquia, con la bendición del fuego y el encendido del Cirio Pascual, representación de Cristo Resucitado.
Durante la celebración, pudimos renovar también nuestras promesas bautismales, y unirnos todos juntos como Comunidad en la celebración más hermosa que tenemos los cristianos: la Eucaristía.
¡Cristo el Señor ha resucitado y nos ha regalado a todos la vida eterna!